lunes, 28 de noviembre de 2011

Seda.


35.
HERVÉ JONCOUR no había visto nunca a esa muchacha, ni verdaderamente la vio
nunca esa noche. En el cuarto sin luz sintió la belleza de su cuerpo y conoció sus manos
y su boca. La amó durante  horas, con gestos que no había hecho nunca, dejándose
enseñar una lentitud que no conocía. En la oscuridad era fácil amarla sin amarla a ella.
Poco antes del alba, la muchacha se levantó, se puso el kimono blanco y se marchó.

Alessandro Baricco

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