jueves, 24 de marzo de 2011

Del otro lado*


Cuando estuvimos desesperados, alguien


contó la historia.

No se la puede escuchar serenamente, tiemblan


las manos, el corazón se encoge de dolor;


da un poco de miedo mirar a la gente, detenerse.

Ocurre lo de siempre.

Estábamos perdidos y la historia era confusa. Nada


tenía que ver con la certeza, ni


con el muslo de la bataclana. No


intervinieron traiciones; no es


una vulgar historia de fervores o de mantenidas.

Tu mano es necesaria para sobrellevarla. También


aquella vez (siempre aquella vez) apagaron


las luces y fue necesaria la presencia de tu mano.

Nos apretamos las manos en la sala impenetrable, temblamos


ante la cólera que aún no se había manifestado, que nunca


llegaría a marcarnos como sospechábamos, sino


de otra manera. Nuestras manos


procuraban ordenar el temblor, dominar el doloroso pánico;


y todo porque Humphrey Bogart había resucitado.

Estábamos perdidos en aquel


cine y él no era como el redentor; su cruz


no era un mandato, era


la inteligencia del hombre, era la resurrección


de la ciencia y de nuestros queridos finados.

Hace mucho que nos pasó esto; la mano


fría del cadáver impenitente


rozaba los sueños,


acariciaba nuestros tiernos rostros despavoridos.

Desde aquella vez no sabemos qué hacer con las historias,


con los muertos que no aceptan su desdichada condición, no


sabemos qué hacer con el miedo; no sabemos


encontrar nuestras manos, nuestra


tristeza. El mundo inconsistente.

Hubo muchas anécdotas como ésta ¿Quién


no tiene cosas horribles que contar? ¿Quién no tiene


su historia? Pero nadie supo qué decir, nadie supo


qué hacer, cuando alguien contó la historia.

Seguramente al escucharla buscarás una mano; será


como antes, pero enseguida


intentará olvidar que estuvimos tristes o asustados.

Tampoco sabrás qué decir cuando se haga tarde; lo de siempre:


tendrás ganas de llorar, y nada más.

Nadie esperaba una historia como ésta, tan lamentable ¿Por qué


no llorar entonces? ¿Por qué no perderse en la


espesura de la sala?

Se derramará sobre tu memoria,


como el alcohol que se vuelca entre los nervios y la madrugada;


la historia sobrevolará tu linda cabecita,


será un cuervo que sacudirá tus entrañas corrompidas,


que despeinará cariñosamente tu pelo

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